Munir Hachemi sigue explorando la lengua-ficción en “Lo Que Falta”

¿Qué es la lengua-ficción? Digamos que es la variante de ciencia ficción explorada desde las posibilidades del lenguaje que Munir Hachemi sigue practicando en su nuevo libro de relatos: “Lo Que Falta”.

Si me hubieras preguntado hace dos años cuál iba a ser el próximo movimiento de Munir Hachemi tras la publicación de su novela “El Árbol Viene” (Periférica, 2023), nunca se me habría pasado por la cabeza responder “un libro de relatos cortos”. Pero así funciona la vida y, sobre todo, así funciona la carrera literaria de los buenos escritores, tan fácil de explicar observándola en retrospectiva pero prácticamente imposible de proyectar hacia el futuro con acierto.

Y es que, a tenor de la reciente publicación de “Lo Que Falta” (de nuevo, en la editorial Periférica), es fácil entender cómo hemos llegado hasta aquí. De aquellos polvos estos lodos, que suele afirmarse. O dicho de otra forma: de aquellos polvos de la primera incursión en la ciencia ficción que Hachemi practicó en “El Árbol Viene” y en la que exploró especialmente los campos de la tecnología y el lenguaje (y su trenzado rizomático), estos gozosos lodos de su nuevo libro de relatos cortos.

Ahora bien, haciendo pletórico honor al formato corto, el presente puñado de relatos amplían el campo de batalla delimitado por su anterior novela y se desparraman hacia confines diversos y variados. Cada relato, una exploración. Además de un misterio. Y de un placer. Pero, sobre todo, lo que se impone es el disfrute de “Lo Que Falta” en dos direcciones: en su ejercicio de palimpsesto y en su práctica de la lengua-ficción. Si no sabes qué es esto de la lengua-ficción, no pasa nada. Te lo explico un poquito más adelante.

Lo Que Falta, de Munir Hachemi
“Lo Que Falta”, de Munir Hachemi

Después del fascinante viaje que supone la lectura de “Lo Que Falta”, el mismo Munir Hachemi ofrece una interesante matización en el epílogo: “Las piezas de este volumen son variaciones sobre otros cuentos. Si bien todo relato es una combinación de elementos de esa amalgama a la que llamamos tradición, estos ejercicios cometen la vanidad de no desconocer parte de su árbol genealógico”. A continuación, se dedica a citar nombres y apellidos ilustres como los de Nicolás Cabral, Rafael Pinedo, Agustín Fernández Mallo, Jean Cocteau, Franz Kafka, Jorge Luis Borges o Pablo Katchadjian.

Y está claro que la mayor parte de autores practican esta especie de “variación” sobre sus textos favoritos, lo que ocurre es que no todos son tan frontales a la hora de reconocer su acto de apropiación como Hachemi, quien incluso se lo toma con tanto humor como para afirmar que uno de sus textos “toma una palabra de un cuento de Tomás Downey. Eso mismo: una palabra. Lo que deja claro que en este juego de referencias hay, sobre todo, una actitud profundamente juguetona.

Porque, si nos ponemos estrictos, todos los escritores practican el palimpsesto, la reescritura sobre un texto preexistente que no es otro que el de sus propias lecturas, sus filias e incluso sus fobias. Lo que ocurre es que, en el caso de Munir Hachemi, esta especie de reescritura se revela mucho más elocuente si se conoce su anterior libro, “El Árbol Viene”. Aquella novela retrataba a una colonia espacial que, tras pasarse varias generaciones incomunicada con la Tierra, desarrolla todo un conjunto de particularidades que afectan sobre todo al lenguaje y a la narración de su propia intra-historia.

Los mulai de “El Árbol Viene” guardaban un espacio prominente en su comunidad para el scriptorium: el lugar elevado al que diferentes escribas subían para registrar la historia no como visión individual de una verdad absoluta y fijada en el tiempo, sino más bien como un trabajo comunal que concibe la historia como algo mutante que va cambiando en el tiempo. Es imposible no entender entonces “Lo Que Falta” como un trabajo vivo por parte de Hachemi, quien propone unos textos mutantes fijados en el tiempo solo durante el instante que dura su lectura. Pero que son tan fluidos que, un instante después, si te despistas, bien podrían tomar una forma diferente.

Este carácter mutante podría explicar la apuesta del autor en la mayoría de relatos por la falta de contexto como herramienta para enganchar a un lector obligado a buscar explicaciones en cada palabra, en cada línea, en cada párrafo. La lectura de estos cuentos es algo así como aterrizar en un mundo apocalíptico sin saber qué ha ocurrido e intentar encontrar indicios y pistas a partir de la visión de alguien que no te ofrece explicaciones porque, para él, esa es la normalidad. Y nadie sobre-explica la normalidad.

Munir Hachemi sabe que este desconcierto, este no saber nada pero querer saberlo todo, es la mejor forma de atrapar la atención del lector y mantener el mágico misterio de unos mundos que nunca se sobreexplican. Mundos que practican de forma sublime lo que a mí me gusta llamar (ahora sí, vamos a por ello) lengua-ficción.

Lo Que Falta, de Munir Hachemi
Munir Hachemi

En esta reseña de “El Árbol Viene que escribí hace unos años, me lancé a definir la lengua-ficción en los siguientes términos: “Dentro de esta sofisticada y vibrante distopía, Munir Hachemi nunca se pierde en la parte de la ciencia (aunque la tiene en cuenta) y acaba apostando por la lengua-ficción más que por la ciencia-ficción. Puede que lengua-ficción sea un término estúpido, pero ya me entiendes: me estoy refiriendo a una ficción distópica construida a partir del lenguaje y no a partir de la ciencia”.

Obviamente, el concepto de lengua-ficción fue un absoluto fracaso que no consiguió salir de los límites de aquella reseña. Pero aquí estamos, dos años después y, mientras leo “Lo Que Falta”, no puedo quitarme de la cabeza este género inexistente que, sin embargo, para mí, es real. Muy pero que muy real. Porque Hachemi lo ha vuelto a practicar de forma magistral en este conjunto de relatos en los que el cuchillo de la ciencia-ficción pule su filo con el afilador del lenguaje.

No me parece para nada casual que el primer relato de libro sea precisamente “Los Restos”, con una protagonista que parece ser la única superviviente en un mundo en el que huye constante de unos personajes a los que se refiere como 3LLXS. Además de la descripción de los restos que quedan tras un Apocalipsis nunca explicado, lo más interesante de este texto es precisamente cómo, sin otros humanos con los que interaccionar, el lenguaje de la protagonista se va degradando paulatinamente hasta transmutar a la lengua de los ordenadores.

En el siguiente relato, “Manual de escritura por correspondencia”, Hachemi despliega un mundo en el que pensar en algo (incluso uno mismo) crea un duplicado de lo pensado, lo que provoca que leer libros sea un acto peligroso e incluso suicida por lo que tiene de imaginación creativa. Esto no significa, sin embargo, que el lenguaje y la sci-fi extrema sean los únicos intereses de los cuentos de “Lo Que Falta”, donde la realidad es abordada siempre desde la particularidad que va desde lo cotidiano a lo surrealista (y vuelta a empezar).

En el lote hay un relato sobre un vegano que empieza a comer carne cuando hereda el restaurante familiar y acaba desarrollando una especie de bultos con sorpresa final que no voy a revelar para evitar spoilers. Pero también hay otro relato hipnótico sobre dos personajes que buscan el Sonido del Fin (algo en lo que, por cierto, no podía dejar de pensar mientras veía “Sirat” de Oliver Laxe) o mi favorito: “La Ventana”, en el que una situación muy parecida a la cuarentena por Covid (pero en versión youtuber en detox digital) acaba siendo la excusa perfecta para explorar la erótica del doppelgänger.

Y soy plenamente consciente de que, por mucho que (en mi cabeza) este libro se haya coronado como obra capital de la lengua-ficción, este género sigue sin existir y no existirá jamás… Porque, probablemente, después de “Lo Que Falta”, el autor salte a otras cosas que soy incapaz de imaginar aquí y ahora. Cosas que, sin embargo, sé que de aquí a unos años tendrán todo el sentido del mundo precisamente porque Munir Hachemi está construyendo una carrera literaria apasionante pasito a pasito. Y con buenísima letra.

Sinceramente,

Raül De Tena

Sobre el autor

Raül De Tena

Al ponerme a escribir esta bio me he dado cuenta de que, así, a lo tonto y como quien no quiere la cosa, llevo más de veinte años escribiendo sobre temas relacionados con la música, la moda, el cine, la literatura, la cultura en general. Siempre he escrito muy sinceramente... Pero, ahora, más todavía.

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