Mis reservas con “Los Domingos” de Alauda Ruiz de Azúa

Hay muchas cosas que me atraen hacia “Los Domingos” de Alauda Ruiz de Azúa… Pero también muchas otras que me alejan de ella. Y, al final, lo que me quedan son las reservas hacia una ficción que se suma al cambio de tendencia hacia lo trad sin profundizar en sus argumentos.

Hay algo que debe quedar claro antes de empezar con este texto, y ese algo es una aclaración a la vez que una advertencia: entiendo a la perfección todo lo que pretende hacer Alauda Ruiz de Azúa en su nueva película “Los Domingos”. Comprendo cuál es su intención, cuáles son las herramientas que elige para diseccionar esa intención y cuál es el objetivo final de esta exploración. De verdad que no se me ha escapado nada.

Pero también hay otra cosa que debo aclarar aquí y ahora: todo esto que hace Alauda Ruiz de Azúa no me podría interesar menos. Al fin y al cabo, si algo tengo que agradecerle a “Los Domingos” es precisamente que haya desbloqueado un peldaño bien alto en mi ranking particular de cosas que no pueden interesarme menos: el peldaño de los adolescentes cis blancos heterosexuales privilegiados cometiendo errores que alimenten la maquinaria de una institución (la Iglesia) empeñada en perpetuar los horrores del heteropatriarcado.

Es normal, entonces, que saliera del cine pensando y repensando todo aquello que a la vez me acerca y me aleja de “Los Domingos”. Sopesando todo aquello que me convence de la película y todo aquello que me repele. Intentar discernir, de hecho, de qué lado cae la balanza… ¿Del lado de los logros? ¿O del lado de mis reservas hacia esta ficción?

Los Domingos, de Alauda Ruiz de Azúa

Hay algo que me acerca irremisiblemente hacia “Los Domingos”, y es la claridad de su propuesta. Una claridad que Alauda Ruiz de Azúa ya había practicado en “Cinco Lobitos” y la serie “Querer” para diseccionar la familia planteando dicotomías que rasgaban un tejido de afectos que debería ser irrompible pero que, bajo la presión de las opiniones (y versiones) divergentes, acaba hecho jirones. Y que aquí vuelve a practicar con una forma de dirigir que parece sencilla en su transparencia y en su gestión de las emociones, pero que no podría ser más complicada por lo que tiene de trabajo con material de alto voltaje.

Partiendo de las dudas de una adolescente de 17 años que se plantea abandonarlo todo (la familia, los estudios, las amigas, los novietes… y, sobre todo, la posibilidad de un futuro en el que vivir nuevas experiencias) para ingresar en un convento, el film articula la confrontación de dos visiones antagónicas de la feminidad. A un lado está la (presunta) protagonista, la niña herida: una madre fallecida, un padre distante y una última muerte que actuará como estocada definitiva. Esta vulnerabilidad la acerca a una religión en la que su entrega absoluta a Dios le proporciona paz precisamente porque le aleja de un mundo que solo le proporciona sufrimiento. (Bueno, lo que una niña bien entiende por sufrimiento, claro.)

Ainara (Blanca Soroa) representa la feminidad tradicional, aquella en la que la mujer alcanzaba su total realización entregándose por completo al hombre proveedor. No hay necesidad de preocuparse por lo mundano, por cosas de hombres (el trabajo, el dinero, la política), cuando tu deber es mantenerte ocupada con las labores del hogar. Y esto lo acaba por atestiguar esa otra monja que le explica que estar casada con Dios es como cualquier otro matrimonio en el que hay días que quieres hacer las maletas y salir corriendo. Porque Dios, como cualquier otro hombre, tiene “sus cosillas” (como, por ejemplo, imponerle la obediencia, la austeridad y la castidad a sus esposas).

En el lado opuesto está la tía de Ainara, Maite (Patricia López Arnaiz), que lucha contra viento y marea para “salvar” a su sobrina mientras ella misma se ve atrapada en una mentira heteropatriarcal (matrimonio con hijo) en la que no acaba de creer. Ella es la (verdadera) protagonista de “Los Domingos”, una mujer emancipada e independiente que encarna una feminidad actual, con sus propias contradicciones y dudas. Una mujer capaz de darse dos besos por ahí con un cualquiera y volver al lecho conyugal para explicárselo todo a su marido porque “necesito que no te dé igual. Que no nos demos igual”. Una mujer que no huye, sino que se enfrenta al mundo que le viene de frente.

Los Domingos, de Alauda Ruiz de Azúa

A su vez, la confrontación de estas dos feminidades se entrelaza en el film con la de dos masculinidades enfrentadas. Por un lado, el marido de Maite, un santo que todo la aguanta y todo lo comprende. Por el otro, el padre de Ainara, epítome de “cuñao” que todo lo sabe y que cree que imponerse por encima de los demás, sobre todo de las mujeres de su familia, es derecho natural. Como padre, tiene la palabra final sobre el futuro de su hija. Como hermano / hijo, impone su propio bienestar económico por mucho que eso vaya en detrimento del bienestar económico de su hermana. Es un hombre que tiene “sus cosillas” y, en ambos casos, exige comprensión y respeto.

Para acabar de rizar el rizo, a estas dos confrontaciones viene a sumarse una tercera y última, la de las dos ideas de familia: la de sangre y la religiosa. Ambas tienen sus liturgias (las misas / las comidas de los domingos). Pero una de ellas, la de sangre, fracasa a la hora de retener a Ainara, ya sea porque al padre todo le acaba dando igual mientras no sea un problema económico o porque Maite opta por la aproximación menos afortunada: la vía de la razón. Y es que ya se sabe que, si hay algo inútil en este mundo, es usar la razón para intentar dialogar con el pensamiento religioso.

La familia religiosa triunfa porque tiene las herramientas adecuadas para explotar la vulnerabilidad de la adolescente. En vez de obligarla a afrontar la dolorosa realidad, le ofrece un espacio de ambigüedad indefinida e ideas vagas que ella puede rellenar como mejor le convenga. Los miembros de esta familia saben cómo azuzar a Ainara a base de marrullería culpabilista (el guía espiritual que le pregunta por el noviete y deja caer que “a lo mejor es Dios el que te habla a través de él”) y de manipulación emocional (la malrollera madre superiora dejando en evidencia que la tía ha “delatado” el desliz sexual de la sobrina).

Hasta aquí, lo entiendo todo. E incluso me parece interesante… Pero me resulta imposible alejar de mi cabeza que “Los Domingos” también me provoca todo un conjunto de reservas que soy incapaz de superar. Y que me ahuyentan irremediablemente de la película de Alauda Ruiz de Azúa.

Los Domingos, de Alauda Ruiz de Azúa

Porque es que, a la hora de la verdad, Alauda pone sobre la mesa todas estas confrontaciones entre contrarios pero nunca las hace dialogar de verdad, con argumentos que exploren en vertical y no en horizontal a la hora de revelar verdades incontestables por ambas partes. A la hora de dar espacio a todas las partes de la confrontación, la directora parece confundir la neutralidad y la ecuanimidad con la tibieza, la superficialidad y la falta de complejidad.

En “Los Domingos” hay mucho diálogo, pero ninguno de ellos es sincero, ninguno de ellos dice nada realmente, sino que prefiere quedarse en la superficie de lo tratado e impactar por la vía del cliché (la masculinidad tóxica del padre) y el golpe de efecto gratuito (el “rezaré por ti” con el que la sobrina clava la estaca final en el ataúd de su tía, tan injustificadamente maltratada y vapuleada por la trama). La película de Ruiz de Azúa habita la epidermis del tema que trata. Un tema que, de hecho, es preocupante por lo que tiene de signo de nuestros tiempos.

“Los Domingos” es signo de una actualidad en la que la hegemonía de lo queer en la cultura popular de las nuevas generaciones está siendo desplazado por lo trad. Claro que en este tránsito existen niveles, y la popularidad de una pija como Olivia en la nueva edición de “Operación Triunfo” (que huele a rancio) no es lo mismo que la obsesión de Rosalía con la religión en su próximo disco “LUX” (que probablemente subvertirá lo beato para llevarlo al terreno de la artista). No es lo mismo la ironía de Sabrina Carpenter al reírse del cliché pin-up que Sidney Sweeney tan feliz con su anuncia racista para American Eagle.

Los Domingos, de Alauda Ruiz de Azúa

Sea o no lo mismo, hay un cambio de tendencia. Y es preocupante por todo lo que va asociado con lo trad, esos valores tradicionales que empezaron a despuntar con el advenimiento de los “Neorrancios” (según definición del ensayo coral coordinado por Begoña Gómez Urzaiz) y que están alcanzando su primer pico de popularidad con las trad wives y los influencers machirulos. En este clima de transición, a mí no me sirven las tibiezas y las ambigüedades sobre las que se construye “Los Domingos”. Necesito concreción y, sobre todo, claridad. Porque solo en la claridad puede existir el diálogo real.

Lo que esperaba de una película como esta es que, de hecho, me hiciera entender la parte que queda más lejos de mis propias convicciones a base de reflexiones inteligentes y profundas, revelándome áreas del debate que me resulten desconocidas. Me ha ocurrido con otras películas, ¿por qué no podía pasarme con esta? ¿Por qué no podía acabar empatizando con la prota que quiere meterse a monja? Pero resulta que, por el contrario, acabé sintiendo cero interés hacia esa niña enajenada que recurre a lo facilón de “el amor no puede ponerse en palabras” para explicar su relación con Dios.

¡Claro que el amor puede explicarse! Y te digo más: no solo puede, sino que debe explicarse precisamente en estos tiempos en los que los nuevos discursos trad están medrando precisamente aprovechando el espacio de lo ambiguo y lo indefinido. Es por esto por lo que no puedo evitar llegar a los títulos de crédito de “Los Domingos” pensando que, al final de todo, lo que plantea Alauda Ruiz de Azúa no es un problema real ni actual. ¿A quién le puede importar a día de hoy si otra niñita blanca cis hetero de familia bien se hace monja? Yo solo puedo decir: you go, girl! ¡Destroza tu puta vida como te dé la gana!

Sinceramente,

Raül De Tena

Sobre el autor

Raül De Tena

Al ponerme a escribir esta bio me he dado cuenta de que, así, a lo tonto y como quien no quiere la cosa, llevo más de veinte años escribiendo sobre temas relacionados con la música, la moda, el cine, la literatura, la cultura en general. Siempre he escrito muy sinceramente... Pero, ahora, más todavía.

Raül De Tena

Al ponerme a escribir esta bio me he dado cuenta de que, así, a lo tonto y como quien no quiere la...

Newsletter

3 minutos

Lo más visto