No lo voy a negar: “More” de Pulp se ha convertido en mi disco del verano… Pero, precisamente por eso, escucha tras escucha no puedo dejar de preguntarme: ¿me gusta por su nostalgia o por sus méritos propios? Voy a intentar encontrar una respuesta a esta cuestión.
Mi periplo inicial con “More” (Rough Trade, 2025) de Pulp fue un poco errático. Al fin y al cabo, el primer single fue “Spike Island” y he de reconocer que me dejó de la peor forma que podía dejarme: cadavéricamente frío. Desilusionado. Desapasionado. Y con la profunda sospecha en el cuerpo de que, probablemente, un nuevo disco de la banda de Jarvis Cocker no fuera tan buena idea como me pareció cuando se hizo pública la noticia de su regreso al estudio.
Por un momento (bueno, más bien durante unas semanas), me acompañó una insidiosa sombra que me susurraba al oído que Pulp estaban a punto de protagonizar uno de esos regresos capaces de arrasar con el recuerdo especial de una banda importante en ciertos años de mi vida. Porque así ocurrió precisamente con una formación que marcó mi adolescencia con los colores brillantes del dandismo urbano de “Common People” (Island, 1995) y mi post-adolescencia con el decadentismo preñado de sensualidad oscura de “This is Harcore” (1997). Incluso marcó mi vida adulta con un concierto de reunión en el Primavera Sound 2011 que gocé en unas compañías que convirtieron una noche mágica en una noche L.E.G.E.N.D.A.R.I.A.
Ya está. No necesitaba más de Cocker y compañía. No soy una persona particularmente nostálgica y, si ya gocé algo cuando tenía que gozarlo, prefiero que se quede allá, en el pasado. Por eso, cuando escuché la susodicha “Spike Island”, empecé a prepararme mentalmente para lo peor… Pero entonces llegó “Got To Have Love” y todo cambió. Porque, a diferencia del primer single, esta me atravesó de arriba a abajo como una de las mejores canciones de toda la historia de Pulp.
Luego se publicó oficialmente “More” (Rough Trade, 2025)… y me enganchó desde la primera escucha. Pero entonces, desconfiado como soy, empecé a preguntarme: ¿estoy enganchado vivo por pura nostalgia de Pulp o por los méritos propios del álbum en sí? Ahora, un par de meses después del lanzamiento, porque yo las cosas me las tomo con calma y porque las vacaciones de verano se han interpuesto en mi camino, es el momento ideal para intentar encontrar respuesta a esta (gran) cuestión.
La nostalgia de Pulp

Empecemos por lo evidente: han pasado 24 años desde el lanzamiento del anterior disco de Pulp, aquel “We Love Life” (Polygram, 2001) que les produjera Scott Walker. Y en la formación original falta Steve Mackey, fallecido en 2023 y a la memoria del que se dedica este “More”. De hecho, no solo falta Mackey: también falta su bajo, tan reconocible, tan consustancial al sonido de la banda.
Pero Pulp hacen lo que mejor han sabido hacer siempre: sobreponerse a cualquier carencia jugando la baza de la personalidad. Los de Jarvis Cocker saben perfectamente quiénes son, cómo suenan y, sobre todo, qué quieren decir y hacer sentir con su música. Y es por eso por lo que, por mucho que se eche de menos el bajo de Mackey, es imposible no sentir la vibración Pulp al mil por cien en estas once canciones que fueron grabadas en los Orbb Studios de Londres en tan solo tres semanas con producción de James Ford (ya tú sabes: Arctic Monkeys, Depeche Mode y bla, bla, bla).
“More”, sin embargo, se empezó a fraguar un año antes durante la gira de reunión que la banda protagonizó en 2023, cuando de repente la magia hizo brotar la que sería la primera composición destinada al nuevo álbum: “Hymn of the North”. Eso sí, por extraño que parezca, el escaso tiempo en el estudio no impidió que la banda se hiciera rodear por el abrazo de la colaboración de amigos como Chilly Gonzales, Richard Hawley o la familia Eno, que pone coros en algunas canciones.
Y, por extraño que parezca también, aquel escaso tiempo de grabación no se tradujo en un conjunto de canciones improvisadas y deslavazadas, sino en once gemas preciosas de pura síntesis de lo que significó Pulp a finales del siglo pasado… y lo que sigue significando en el siglo 21. Ahí está la nostalgia de “More”: en la imposibilidad de que su escucha se haga en base a referencias del pasado y/o relacionándola con otros artistas / grupos / géneros / tendencias del presente.
Dicho con el lenguaje del aquí y el ahora: “More” es un disco que solo puede entenderse dentro del lore de Pulp. Y, por lo tanto, es imposible no escuchar ecos del pasado de la banda a la vuelta de esta esquina que siempre parece decisiva para la existencia de tu generación, cuando te deslizas por esta pendiente abajo en la que nunca pareces tener el control o mientras palpas a ciegas tu entorno en esta habitación a oscuras en la que no sabes si habita un peligro o la promesa de un placer sensual. De todo a esto ha ido siempre Pulp.
Y todo esto burbujea gozonamente en “More”. Puede que el disco-pop retro de “Spike Island” remita directamente a la época de “His ‘n’ Hers” (Island, 1994) pero, a partir de entonces, el disco se debate entre la chispeante radiografía generacional de “Common People” (ahí está el britpop trotón con el que arranca “Grown Ups” o el glorioso puente multicolor de “Farmer’s Market”) y la sensualidad que todo lo preña de “This is Hardcore” (la sensualidad de “Slow Jam”, la narratividad de “My Sex”, el deletreo de “Got To Have Love” tan “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E.” – que sigue siendo MI canción de Pulp).
En un apartado deben tratarse dos canciones. Por un lado, la ya mencionada “Got To Have Love”, por coger el Northern Soul que siempre ha orbitado alrededor de la música de la banda y sintetizarlo en la última palabra a este respecto por parte de Cocker y compañía. Por otro lado, una gloriosa “Hymn of the North” que por fin consigue hacer todo lo que no consiguió el álbum “We Love Life”… Pero, espera, entonces, ¿esta barra libre de nostalgia pulpera es lo único que puede ofrecer “More”? Ni mucho menos. Pasemos ahora a sopesar los méritos propios de este álbum.
Los méritos propios de “More”

“El pop no tiene nada que ver con lo real, sino que confecciona una realidad mejorada”, escribía Jarvis Cocker en su libro “Buen Pop. Mal Pop. Un Inventario“ (editado en nuestro país por Blackie Books en 2023) Porque Jarvis siempre ha tenido muy clara que su vocación no era la de cantante, ni mucho menos la de frontman de una banda: él, queriéndolo o sin quererlo, fue voz de una generación destinada a mejorar lo real. Y eso es algo que trasciende las barreras del tiempo y que impulsa tu obra hacia el futuro.
La música de Pulp definió las coordenadas estilísticas de una época. Y las letras de Cocker dejaron constancia del zeitgeist emocional de los que fuimos adolescentes en los 90, toda una generación de chavales obsesionados con ser cool (o hipsters después o foodies después o cualquiera que sea la aliteración del coolism que toque ahora) que se debatían entre el sentir socialista de clase baja y el dandismo aspiracional de bohemia adinerada.
Ahora bien, los logros de Pulp y Cocker pertenecen a una época concreta: los 90. Y, aunque sus giras de reunión fueron una excusa pluscuamperfecta para recordar con melancolía aquellos tiempos pasados certificando que los discos de la banda no envejecen nada mal (algo que no se puede decir de, yo qué sé, ¿Suede?), el anunció de su regreso al estudio obligaba a preguntar: ¿de qué va a hablar Cocker en “More”?
La música de este álbum ya ha quedado claro que es un compendio y sublimación del propio ADN de Pulp, pero las letras de Cocker debían ser la herramienta para resignificar el espíritu de los 90 en pleno año 2025. Debían serlo… y lo son. Porque Jarvis decidió sabiamente que “More” no iría de nostalgia por tiempos pasados, sino de bordar un retrato de lo que significa ser un adulto (un cuarentón, cincuentón o sesentón, como es su caso) no en contraposición a la modernidad de las nuevas generaciones, eso sería lo fácil, eso sería lo pollavieja, sino simple y llanamente en sus propias circunstancias.
Esto no va de ser mejor o peor que otras generaciones, que es el error en el que suelen incurrir muchos retratos generacionales, sino de ser simple y llanamente esta generación en concreto. Una generación que, obviamente, está definida por la nostalgia de tiempos pasados… Una nostalgia que no se entiende como tristeza por haber perdido lo que fuimos, es decir, como espacio negativo; sino más bien como un espacio positivo en el que fantasear juguetonamente con todo aquello que no hicimos (no es para nada casual que el segundo corte sea “Tina”, sobre una chica a la que Jarvis deseó en la distancia sin llegar a conocer nunca). Repetimos: no la realidad, sino su versión mejorada.
Porque, cuando pasas los 40 años, te das cuenta de que cierta energía de tu día a día se pierde en fantasear con todo aquello que pudo ser y no fue. Pero, por suerte, “More” no se enreda excesivamente en este sentimiento y prefiere centrarse en qué hacemos (estar abiertos a encuentros casuales como los de “Farmer’s Market”), cómo lo hacemos (en puro “Slow Jam”), cómo follamos (“My Sex”) y cómo, en el final inevitable, se desgastan nuestros sentimientos (“Background Noise”) porque cada vez es más difícil apasionarse.
Ninguna canción sintetiza mejor este retrato generacional, sin embargo, que la actualización de “Disco 2000” que acaba siendo “Grown Ups” (probablemente, mi corte favorito de todo el disco y uno que no puedo dejar de escuchar en repeat una y otra vez). Aquí, Jarvis Cocker habla de la prisa y ansia que teníamos por crecer y parecer adultos y aparentar que teníamos controladas nuestras vidas… Habla de cómo aquella prisa hizo que nos impulsáramos hacia delante a velocidad de vértigo y que, ahora, ya adultos, miramos hacia atrás y pensamos que, a lo mejor, no hacía falta tanta prisa.
En uno de esos pasajes de spoken word que tanto le gustan a Cocker, el tío recita (en mi libre traducción)…
Soñé que se había descubierto un nuevo planeta. Y que, gracias a potentes telescopios, podíamos ver a sus habitantes, que parecían estar pasándolo muy bien. Así que construimos un cohete, y yo estaba en él. Nos pusieron en estado de animación suspendida durante todo el viaje. Y, cuando aterrizamos en ese lejano planeta, todos despertamos y descubrimos que habíamos perdido la memoria. Miramos hacia atrás, al planeta del que vinimos, y todos allí parecían estar pasándolo muy bien. Pero no podíamos volver porque el cohete ya no tenía suficiente combustible... ¿Por qué te cuento esta historia? No lo recuerdo.
Pero claro que lo recuerdas, Jarvis, cabroncete. Porque aquí has hecho eso tan guay de recurrir a lo que parece una historia de sci-fi para hablar de cómo, cuando eres joven, crees que la juventud es una mierda y solo quieres volar al planeta de los adultos. Y de cómo, cuando eres adulto, miras hacia el planeta de la juventud que dejaste atrás y te das cuenta de que no estaba tan mal. Solo que ahora ya no hay cohete capaz de transportarte hacia atrás en el tiempo.
Lo dicho: claro que hay nostalgia en “More”, pero nunca como excusa sino como factor definitorio de una generación que Jarvis cree que necesita alguna colleja que otra. Es por eso por lo que, si “Grown Ups” es una revisión de la temática genaracional de “Common People”, “Got To Have Love” revisa aquella “F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E.” que fue en su momento síntesis de lo que significaba y significa y significará enamorarse. Porque dejar atrás la juventud también implica dejar atrás la ilusión por el amor… Y Cocker quiere recordarte que eso es algo contra lo que tienes que luchar. Por eso escribe:
"Cuando el amor desaparece, la vida desaparece. Y te sientas en tu trasero durante 25 años y te cubres las espaldas y te retuerces y te rompes y lo intentas y fracasas y trabajas en un álbum y construyes una cárcel y te encierras en ella lejos de lo único que podría salvarte, lo único que te da un miedo de muerte, lo único que puede devolverte a la vida... Así que aprende a decirlo con cara seria: AMOR. Dilo."
La industria musical, como buen engranaje de la maquinaria capitalista, siempre ha funcionado impulsada por dos motores básicos: el rupturismo de la juventud (lo nuevo) y la melancolía de los adultos (lo viejo). Pero ya dije al principio de este artículo que esa melancolía nunca fue conmigo y que, precisamente por eso, desconfío de cualquier disco nuevo que lancen mis viejas glorias. Obviamente, desconfié de “More” y me pregunté si me gusta tanto por nostalgia o por sus méritos propios. La respuesta es sencilla: me gusta por su nostaliga y por sus méritos propios. Porque Pulp pueden tener “More”. Pulp pueden tenerlo TODO.
Sinceramente,
Raül De Tena




