“Mariliendre”: luces y sombras

La serie “Mariliendre” de Javier Ferreiro acaba de echar el cierre… y es el momento de analizar tanto sus luces como sus sombras, además de todos los melones interesantísimos que abre pero que cierra de forma regular.

El hype alrededor de “Mariliendre” era cosa seria. Y no es de extrañar porque, si te lo paras a pensar, el anuncio de esta ficción de atresplayer puso sobre la mesa todo un conjunto de cositas destinadas a llamar la atención de un público bastante concreto pero también bastante extenso: producción de Los Javis, debut en la dirección de Javier Ferreiro (uno de los guionistas de “Vestidas de Azul”), homenaje al concepto de mariliendre, género musical celebrando los hits de principio de siglo, casting con nombres conocidos (Omar Ayuso, Carlos González, Yenesi), primer papel de renombre para Martin Urrutia tras su paso por “Operación Triunfo”

¿Qué podría salir mal? Pues, a tenor de los sentimientos mezclados que ha levantado “Mariliendre”, esta mezcla explosiva podía salir tan mal como bien… Y al final se quedó un poco a la mitad. Se nos quedó a la mitad. Porque, si he de ser totalmente sincero, y dejando claro que este es mi caso concreto, íntimo, personal y totalmente intransferible, en mi caso ocurrió lo siguiente: los dos primeros capítulos me metieron en el cuerpo un subidón cercano (o algo así) al nivel de “Veneno”, pero a partir de ahí todo fue sin frenos y cuesta abajo hasta llegar a un cierre final en el que ya fui totalmente incapaz de justificar el cúmulo de decisiones cuestionables de Ferreiro.

Pero no avancemos acontecimientos. Ya llegaremos a las sombras de “Mariliendre”. Pero, antes de topar con ellas, es justo y necesario hablar de las luces de la serie… Que son bien luminosas, aunque no deslumbrantes.

Mariliendre, de Javier Ferreiro
La “Mariliendre” y su maricón

Las luces más brillantes de “Mariliendre” ya han quedado (más o menos) sintetizadas en el primer párrafo de este artículo. Pero es de recibo extenderse un poco más en algunos de los mejores aciertos de Javier Ferreiro… Empezando por el evidente el mimo con la que el creador ha dado forma a su creación incluso sin contar con un presupuesto que hiciera posible llevar a la práctica con solvencia el musical “bigger than life” que habitaba dentro de su cabeza. Se nota que Ferreiro ha intentado suplir con ilusión la falta de presupuesto. Y esa buena vibra es algo que traspasa la pantalla.

Pero es que el argumento de “Mariliendre” pedía a gritos un presupuesto holgado. A saber: Meri Román (Blanca Martínez) es una chica que se acerca a la treintena con una vida especialmente triste. El suicidio de su padre sacude el limbo en el que vive desde que sus maricones la abandonaran tras un acontecimiento traumático (que no se revelará hasta el final) e hicieran que pasara de ser La Mariliendre de Chueca a absolutamente nadie. Al investigar la posibilidad de que su padre fuera gay, sin embargo, Meri empieza a caminar por un camino que podría acercarle al maricón de sus ojos, Jere (Urrutia).

Y hasta aquí puedo leer… Hay que reconocer que el punto de partida de “Mariliendre” no podría ser más interesante en su trenzado de dos temáticas intrínsecamente LGTBIQ+. Por un lado, una reflexión sobre la figura de la mariliendre (ya tú sabes: esa chica heterosexual que solo tiene amigos homosexuales) y su problemática relación con el que ella misma denomina “mi maricón”, uno siempre por encima de los demás. Por otro lado, el retrato de la escena gay de principios de siglo con sus fiestas, sus locales, sus guarri-chills y sus canciones.

Claro que este retrato peca de cierta parcialidad. Cuando hablo de fiestas, locales y guarri-chills, me estoy refiriendo a fiestas, locales y guarri-chills de Madrid, claro, que ya se sabe que para la ficción de este país solo existe la capital. Y, cuando hablo de canciones, me estoy refiriendo a un espectro muy concreto de canciones centradas en el petardeo y en el cosmos de la generación “Operación Triunfo”. El papel de Nina como madre de la prota y las apariciones de cantantes como Chenoa o Soraya dejan muy claro el universo musical que habita “Mariliendre”, en el que solo se admiten periferias orbitales como el cameo de Melody (¿en el peor timing posible tras su paso por Eurovision?).

Esta parcialidad, sin embargo, no es nada negativo per se. Ni mucho menos. Es, simple y llanamente, una forma de acotar muy a las claras cuál es el público objetivo de la serie: si entras en el ajo, entras hasta el fondísimo. Pero, si no, pues probablemente te horrorice “Mariliendre” por mucho que, como luz final, sea necesario reconocerle que abre todo un conjunto de melones realmente relevantes: el hedonismo gay tan proclive al exceso y las drogas, la ya mencionada relación problemática entre mariliendre y maricón, la generación de gays casados con mujeres que nunca tuvieron el valor de salir del armario…

El problema es que abrir los melones no sirve demasiado si no sabes sacarle partido a lo que encuentras dentro de él. Y eso es un poco lo que le ocurre a la serie de Javier Ferreiro.

Mariliendre, de Javier Ferreiro
¡Que el ritmo no pare!

Antes de abrir melones, sin embargo, es necesario aclarar que la principal sombra de “Mariliendre” es, probablemente, la que Los Javis proyectan sobre la serie. Al fin y al cabo, pueden apreciarse en los diálogos destellos constantes de ese estilo de Javier Ambrossi y Javier Calvo en el que cada tres frases se introduce un chascarrillo maricón. Por desgracia, la magia de Los Javis está precisamente en saber dónde y cuándo meter ese chascarrillo, algo que no ocurre con un Ferreiro cuyos chascarrillos a veces rompen con el tono de la escena.

Más todavía: la mencionada magia de Los Javis está también en su capacidad para plantear, observar y celebrar a sus personajes desde la empatía y el cariño incluso cuando dejan al descubierto sus costuras más oscuras, incluso menos amables. Sus sinsentidos y contrasentidos. Pero esto no ocurre con esta “Mariliendre” cuyo retrato es tan ambiguo que no permite la empatía del espectador. Pero ya llegaremos a eso.

Por ahora empecemos con los melones abiertos por la serie de Javier Ferreiro… Especialmente con el melón del hedonismo y las drogas que parecen inevitables al plasmar a la comunidad gay (sea en la época que sea). Hay quien protestó contra la celebración de este aspecto en el segundo capítulo de la serie, en el que en paralelo corren una fiesta del pasado regada por una versión del “Cell Block Tango” de “Chicago” en versión drogota y un guarri-chill del presente. En mi caso, he de reconocerlo, me pareció un acierto no obviar este aspecto de la comunidad pensando que sería un aspecto en el que se profundizaría y matizaría posteriormente.

Spoiler alert: es un aspecto que acaba sin profundidad ni matiz. De hecho, acaba en una insidiosa tierra de nadie en la que el abuso de las drogas se convierte en el epicentro de un trauma que resulta tendencioso y juicioso de la forma más absurda posible. A la celebración de las fiestas y los guarri-chills no puede seguirle una condena de la persona que ha dado drogas a alguien que acaba mal, obviando por completo que (en un caso como el aquí plasmado) esto no va de culpa sino de responsabilidad, y que la responsabilidad siempre es de la persona que decide drogarse y no la de aquella que le proporciona las drogas.

Mariliendre, de Javier Ferreiro
Meri Román, antes del desastre

El segundo melón abierto por “Mariliendre” es el de la trama del padre gay, en la que tampoco me voy a extender en exceso por miedo a caer en spoilers (reales, no como el del párrafo anterior). Este melón, de hecho, parece que va a ser el centro del relato… pero de repente acaba en la nada y sin solución. De nuevo, en una ambigüedad algo peligrosa en la que la madre asumiendo que “tu padre era feliz y nosotras éramos sus mariliendres” es una salida bochornosa para un problema serio (gays de edad avanzada que viven armariados) que merecía un tratamiento mejor. No necesariamente un tratamiento más serio, pero sí mejor, más profundo, más complejo.

Y así llegamos al gran melón de “Mariliendre”, que es el del propio título de la serie de Javier Ferreiro. La relación entre mariliendre y maricón es algo complejo e incluso problemático porque, en casos tóxicos como el aquí retratado, es una condena a la irremediable infidelidad para dos personas: la mariliendre que nunca obtendrá lo que realmente quiere, el amor de su maricón, y el maricón que tendrá que lidiar con la asfixia emocional habitualmente pasivo-agresiva de la mariliendre. En los primeros capítulos, de hecho, las complicaciones de esta relación quedan retratadas de forma interesante, lo que hace inexplicable que, a partir de ahí, este retrato corra desbocado como pollo sin cabeza.

Resulta francamente difícil saber qué nos está intentando decir “Mariliendre” sobre Meri Román, un personaje que empieza siendo una chica divertida a la que suponemos que han tratado de forma injusta pero acaba revelándose como un ser humano altamente egoísta que es incapaz de ver el sufrimiento real de aquellas personas a las que supuestamente ama (su padre, su maricón) escudándose en que ella lo da todo por ayudarles. Cuando, en verdad, nadie le ha pedido una ayuda que se formaliza en forma de abrazo de serpiente asesina.

Y esta ambigüedad sorprende más todavía cuando llega el grand finale, ese momento en el que la protagonista debe aprender algún tipo de lección que la aleje del mencionado egoísmo tóxico. Pero, entonces, hurgando en la herida de la comparación con la habilidad de Los Javis para retratar a sus personajes desde la complejidad y el cariño a la vez, “Mariliendre” sorprende con una actuación musical final en el que Meri Román se reafirma en su tendencia a victimizarse a sí misma como forma de alejarse de sus maricones. Lo típico de esa persona tóxica de la que tú te alejaste y que, al ver lo que haces, decide alejarse de ti intentando apoderarse de la narrativa para dejarte mal.

Un verdadero despropósito disfrazado de número musical que acaba rompiendo la fantasía del musical clásico al salirle el tiro por la culata y demostrar que, por desgracia, en este mundo no todo se soluciona con una canción.

Sinceramente,

Raül De Tena

Sobre el autor

Raül De Tena

Al ponerme a escribir esta bio me he dado cuenta de que, así, a lo tonto y como quien no quiere la cosa, llevo más de veinte años escribiendo sobre temas relacionados con la música, la moda, el cine, la literatura, la cultura en general. Siempre he escrito muy sinceramente... Pero, ahora, más todavía.

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