Enric Ros le busca las cosquillas a “El Superhéroe de las Mil Caras”

Enric Ros le ha pillado el gusto a psicoanalizar, sobreanalizar, destripar y diseccionar gozosamente a los superhéroes… Y el resultado ha sido un ensayo titulado “El Superhéroe de las Mil Caras”.

La gran mayoría de los aficionados a cualquier tipo de fenómeno percibido como subalterno de la hegemonía de la “alta cultura” hemos pasado por el mismo proceso. Da igual que sea para defender el pop de divas o el cine de serie B, hace algunas décadas que muchos nos hemos empeñado en una lucha con la que finalmente demostrar que, analizada con las herramientas de la “alta cultura”, la “baja cultura” también es capaz de desplegar unas capas de sentido apabullantes.

De esto va precisamente “El Superhéroe de las Mil Caras” (publicado por Errata Naturae), el ensayo en el que Enric Ros se embarca en la aventura épica de poner sobre los superhéroes una lupa de aumento que revele ciertos rasgos que pueden pasar desapercibidos para los que siguen pensando que esto no es arte, sino palomiteo puro y duro. Muy revelador resulta el subtítulo de este libro, que lo cataloga como “Un ensayo sobre héroes y heroínas, universos y multiversos, democracia y fascismo, capitalismo y sublevación, identidades y máscaras, mortalidad y trascendencia, Marvel, DC y el poder de los mitos universales”.

Spoiler alert: Ros cumple con todo lo que promete en ese subtítulo. Y lo hace, de hecho, explorando en una doble dirección: por un lado, la radiografía del superhéroe en tanto que figura polimórfica; por el otro, los múltiples universos que habita.

El Superhéroe de las Mil Caras (Errata Naturae), de Enric Ros
“El Superhéroe de las Mil Caras” en su hábitat natural

Poner al superhéroe en el diván ha sido uno de los deportes favoritos del análisis cultural de las últimas décadas. Al fin y al cabo, es un ejercicio realmente jugoso por lo que tiene de psicoanalizar a una figura que resulta ser hipertrofia de ciertos valores (masculinos, tradicionales, violentos) sobre los que se ha erigido el heteropatriarcado. A ese respecto, en “El Superhéroe de las Mil Caras”, Enric Ros dedica múltiples capítulos a buscar la riqueza en una polisemia en la que, de entrada, es necesario dejar de hablar de “el superhéroe”. Porque superhéroes hay muchos. Y de muchos tipos. Y en muchas épocas diferentes.

Ros parte, de hecho, de la certeza de que el concepto de superhéroe no nace del vacío, sino de otros tropos literarios y filosóficos preexistentes como, por ejemplo, el mito de Edipo (y los “daddy issues” en general) o el superhombre elegido sobre el que tanto teorizó Nietzsche. El juego de espejos entre superhombre y superhéroe se rompe, sin embargo, con la aparición de lo que el autor denomina “el superhéroe neorrealista”: un héroe popular, menos divino y más mundano a la manera de tu amigo y vecino Spider-man.

No se eluden en este ensayo cuestiones tradicionales como el supervillano como reflejo del superhéroe, más que como antagonista, o también el problemático uso de la máscara como modo de ocultar la identidad a la vez que como subterfugio para dar rienda suelta a instintos violentos. La identidad, de hecho, es uno de los grandes pilares de “El Superhéroe de las Mil Caras”, donde Ros invita a interesantes reflexiones sobre la tensión de la identidad real (el hombre que se protege) y la identidad ficticia (el héroe que se muestra al mundo) en personajes en los que se invierten las polaridades, como Superman.

Esta tensión entre identidades paralelas resuena, además, en la dimensión del superhéroe como monstruo en el que pueden verse reflejados tanto los lectores adolescentes como las sociedades en conflicto. El lector de este tipo de cómics se ve representado por un héroe que no encaja en la sociedad y que incluso es señalado como “creador” de muchos de los males de esta.

Y es que, al final de todo, el héroe es un descastado que ha de enfrentarse a un buen puñado de inseguridades que a menudo le marcan con el signo de la melancolía. También es un ser que empezó rozando la divinidad pero que, a medida que iban pasando las décadas, tuvo que admitir el concepto de muerte e incluso dialogar cara a cara con él. ¿Quién dijo que el superhéroe era un tropo ramplón destinado a paladares simples? ¿No te parece, entonces, que el retrato que arroja “El Superhéroe de las Mil Caras” es un gozoso espejo de las complejidades de las diferentes etapas de nuestra existencia humana? Y este es tan solo el primer logro de Enric Ros.

El Superhéroe de las Mil Caras (Errata Naturae), de Enric Ros
Enric Ros, seguramente charlando de cómics y superhéroes

El segundo de los logros de “El Superhéroe de las Mil Caras” tiene que ver con cómo Enric Ros contextualiza este retrato del superhéroe dentro de un marco mucho más grande. Partiendo de un tira y afloja entre la visión comercial y la visión artística que ha existido en el medio desde sus inicios (con las célebres peleas de Stan Lee con los artistas responsables de las diferentes colecciones de la Marvel), el autor nunca niega el origen de los cómics como un objeto de consumo capitalista diseñado para enganchar y, por lo tanto, para vender más y más y más y hasta el infinito y más allá.

Por suerte, aquellos mismos autores fueron despegándose poco a poco de la visión comercial para ir complejizando un medio con similitudes cada vez más profundas con la literatura. Así, en su búsqueda de referentes, de los folletines de principios de siglo XX se salta a la gran literatura de unos autores que han acabado viéndose atraídos por la mitología superheroica hasta acabar estableciendo un verdadero diálogo bidireccional. Al fin y al cabo, los mundos superheroicos son especialmente ricos, complejos, exuberantes.

Piénsalo: estamos hablando de diferentes colecciones independientes que, sumadas, conforman un universo compartido. Y, de pronto, además, ese universo se expande en múltiples universos paralelos en un constante ejercicio de hipertexto, palimpsesto y metatexto. La cosmogonía que se desprende de “El Superhéroe de las Mil Caras”, entonces, se desdobla de forma magistral al, sin negar la dialéctica de la religión y el mito, explorar cómo estos universos son el caldo de cultivo pluscuamperfecto para la apropiación (del noir, el terror, la parodia), la ucronía, los juegos “meta” infinitos y la constante permeación entre literatura y cómic.

Rizando el rizo, Enric Ros incluso se adentra en las costuras más incómodas de los pliegues políticos de los superhéroes. Unos pliegues en los que resulta imposible ignorar el peligroso acercamiento a la propaganda política de los cómics superheroicos primigenios, pero en los que también hay que celebrar un largo camino en el que estos personajes han transitado del sistema al antisistema e incluso al contrasistema. Un camino que ha hecho que la retórica superheroica haya acabado por ser abrazada por los techno-bros justo en un momento histórico en el que lo femenino y lo queer por fin está siendo explorado por este medio en la complejidad que merecen.

Y soy totalmente consciente de que, en este artículo, lo único que he hecho es meter la puntita del dedo gordo del pie en las inmensas y profundas aguas del ensayo de Enric Ros. Pero tómatelo de la siguiente forma: si algo de todo lo que he resumido en este texto te parece interesante, lo encontrarás ampliado como se merece en “El Superhéroe de las Mil Caras”, un libro que te pone en el maravilloso papel de ser aquel que vigila a los vigilantes. Espero que hayas pillado el guiño.

Sinceramente,

Raül De Tena

Sobre el autor

Raül De Tena

Al ponerme a escribir esta bio me he dado cuenta de que, así, a lo tonto y como quien no quiere la cosa, llevo más de veinte años escribiendo sobre temas relacionados con la música, la moda, el cine, la literatura, la cultura en general. Siempre he escrito muy sinceramente... Pero, ahora, más todavía.

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Raül De Tena

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